Como robar un sueño y empezar desde cero.
En
el viaje pasamos por muchos bajones. Es tan así, que creo que para contar
nuestra historia se puede tomar como puntos de referencia esas
situaciones donde las cosas no salieron como esperábamos. Mientras que algunos
de ellos se pudieron haber evitado, en otras situaciones la suerte no estuvo de
nuestro lado. Algunos bajones nos afectaron a todos y otros solamente a mí. No
es algo para enorgullecerse, pero creo ser el que más situaciones de mierda
tuvo. El primer bajón fue
al quinto día de viaje cuando se nos rompió el motor. El segundo, fue cuando
nos enteramos en São José
que el motor que habíamos rectificado tenía piezas de pésima calidad y tuvimos
que arreglarlo de nuevo. El tercero me afectó solo a mí y fue cuando me robaron
la guitarra en Florianópolis,
sin lugar a dudas, uno de mis peores días. Después de ese momento
,el viaje empezó a fluir hasta que llegamos a Río de Janeiro y
nos vimos obligados a dejar la kombi. Al poco tiempo de haber dejado la kombi, tuvimos
que volver a hacer miles de kilómetros para hacer migraciones porque el
colectivo paso la frontera. Tengo que admitir que eso lo podríamos haber
evitado. A partir de ese momento, el viaje empezó a fluir y las cosas iban bien
hasta Cuenca, donde me tocó padecer una de las peores situaciones de mi vida.
Llegue al punto de tener que replantearme si seguir este viaje o
volver para Buenos Aires estando tan cerca de nuestro destino final: Colombia.
Al otro día de haber llegado a Guayaquil Claypole, Marmol
y yo, Burzaco y Don Torcuato llegaron
después de una seguidilla de autos y asi terminamos de completar el equipo. En
esa ciudad estuvimos 5 días en donde nos hospedamos en la casa de Fernando (una
persona que conoci por medio de Couchsurfing). Tengo que admitir
que si no nos hubiéramos quedado en su casa, no hubiéramos durado ni dos días
en Guayaquil.
Hay que decirlo, no es una ciudad muy atractiva. Los puntos más turísticos están en el
centro de la ciudad y con un día alcanza para recorrerlos. Pero la verdad es
que estábamos tan cómodos en lo de Fernando que decidimos quedarnos varios
días.
En su casa la pasamos increíble. Para que
se den una idea, su casa (donde también funcionaba su empresa) tenía 4 pisos y
estaba ubicada en una de las zonas más seguras de Guayaquil. En
los dos primeros pisos estaban las oficinas de su agencia y los cuartos donde vivían
él y unos amigos. En el tercer piso tenía un hostel. Si,
un hostel.
Cuando compró la casa está era un hotel y decidió restaurarla para darle
alojamiento gratuito a gente como nosotros. En el hostel (bautizado
Mogi's House)
tenía dos cuartos con varias camas, una pileta, dos baños, una cocina y un
patio lleno de plantas, mesas sillas y hamacas paraguayas el cual servía como punto
de encuentro. Por último, en la terraza tenía un gimnasio, un sauna y
una de las vistas más lindas de Guayaquil. Cómo decíamos nosotros: la habíamos pegado.
Aparte del tremendo lugar donde nos estábamos hospedando, la compañía no podía
ser mejor. En varias ocasiones Fer y los pibes que
vivían con él nos hacía de comer comidas típicas de Ecuador. En pocos días ya
nos sentíamos realmente cómodos en su casa. Otra cosa muy loca para mí, era ir
al semáforo y volver con dólares en el bolsillo. Desde hace 20 años, y después
de un fuerte golpe que recibió la economía y la moneda ecuatoriana (el sucre en
ese momento) gracias a la corrupción del gobierno, la moneda de Ecuador es el
dólar. Con el cambio de moneda también vino una oleada de cultura gringa a esta
parte del continente y en sus calles se puede ver una infinidad de marcas
estadounidenses. Según palabras de Claypole hasta las calles de Alborada (el
barrio donde estaba ubicada la casa de Fernando) tenían una semejanza con las
calles de Miami.
Retrato de una iguana en el Parque de las Iguanas (que nombre tan original) en el centro de Guayaquil. ¿Porque hay tantas iguanas en el medio de una ciudad?
Después de estar casi una semana en lo de Fer, decidimos
irnos y optamos dirigirnos hasta la ciudad de Cuenca en las sierras de Ecuador.
Mucha gente nos dijo que era una de las ciudades más limpias y seguras de
Ecuador. Cuando salimos de lo de Fer, y después de tomarnos dos colectivos,
llegamos a la ruta y nos dividimos una vez más en grupos para hacer dedo. Por
un lado quedamos "Los Rescatistas" (Claypole,
Mármol y yo) y por el otro quedaron "Los Desorientados"
(Burzaco y
Don Torcuato)
A los pocos minutos de separarnos, confirmamos nuestra suerte una vez más y, un
auto que pasó de largo a Burzaco y a Don Torcuato,
freno y nos levantó a nosotros. Así fue que Pablo (un barman que
vivió unos años en Italia) nos dejó en una rotonda donde se abría la ruta que
se dirigía a
Cuenca. Unos 40 minutos después de estar haciendo dedo, un auto freno y se
ofreció llevarnos a Cuenca. El conductor se llamaba Osvaldo, un
músico experimentado y dueño de una reconocida academia de música en Cuenca. Como
si fuera poco, nuestro nuevo "rescatista" (como llamamos a la gente que
nos levanta), nos invitó el almuerzo. Las cosas venían demasiado bien.
Haciendo dedo a las afueras de Guayaquil
Con Osvaldo en un mirador al costado de la ruta.
La ruta que une Guayaquil y
Cuenca debe ser una de las más lindas que recorrimos hasta el momento. Después
de unos kilómetros rodeados de bananos, la ruta se mete en la sierra y
atraviesa todo el Parque Nacional Cajas. Mientras la ruta va subiendo, a los
costados se va dibujando un paisaje lleno de montañas, lagos, valles y
bosques. En un momento la ruta sube tanto que las nubes se pueden ver desde arriba
y uno siente que está en un avión. Es realmente increíble. Cuando estábamos
llegando a Cuenca, el auto se apagó y los últimos
kilómetros (aprovechando la bajada) los hicimos con el motor apagado
hasta llegar a una estación de servicio. Después de cargar nafta, Osvaldo se dio cuenta que
el problema no era la falta de combustible y empujamos el auto hasta un
mecánico. Una hora después ya estábamos arriba del auto una vez más y Osvaldo nos
llevó a su escuela, en el centro de Cuenca, para conocer a su familia.
Esa noche, mientras esperábamos a los pibes que
llegaban al otro día, nos quedamos en el Hotel Norte por unos pocos dólares
(nunca me voy a olvidar de ese lugar) en lo que se suponía que era una de las
zonas más peligrosas de Cuenca. Al otro día, nos fuimos a las 9:30 a.m al conservatorio de
la ciudad a ver el ensayo de la orquesta donde tocaba el hijo y la esposa de Osvaldo.
Después fuimos a la escuela de nuestro amigo a hablar con él
y este nos contó mil anécdotas de su vida. Para sintetizar un poco, el tipo las
vivió todas. A los 14 años se fue de su casa, a los 15 tomó su colegio porque
un maestro golpeó a una compañera. A los 16 ya era un dirigente político
buscado por la policía y por la guerrilla ecuatoriana. Esta última lo termino
secuestrando ya que él no se quería unir a su lucha. Después de casi
asesinarlo, tuvo que escaparse de su ciudad y vivió unos años como fugitivo.
Estudió música en Cuba, Estados unidos y Argentina, se casó a los 23 y tuvo su
primer hijo a los 24.
Calles de Cuenca al costado del río.
Hasta
ese momento todo estaba saliendo bien. Desde hace ya unas semanas que todo
fluía. Estábamos avanzando rápido, conociendo lugares y personas increíbles y
estábamos llegando a una de las etapas más esperadas del viaje. Pero en un
minuto todo iba a cambiar. Cuando volvimos al hotel, después de haber ido a
almorzar con Osvaldo y
su familia, agarramos las cosas y nos fuimos a encontrar con los pibes que
estaban hospedados en un hostel más barato. Cuando llegó al hostel y
abro la mochila, me doy cuenta que me faltaba toda la plata y mis documentos. Ni bien
me rescate de lo que estaba pasando salí corriendo al otro hotel para hablar
con el encargado. Cuando le expliqué la situación él me dijo que jamás le
habían robado (algo muy dudoso) y que la única persona que entró fue la señora
que limpió. Sin querer juzgar a nadie, le pedí que hable con ella porque el
cuarto estaba muy ordenado pero seguía faltando mi plata y mis documentos.
Por otra parte, a Mármol también le habían robado algo de plata y el registro.
Después de discutir por un rato, el encargado me ofreció mostrarme las
cámaras de seguridad. Cuando empezamos a ver las cámaras nos dimos cuenta
que alguien había entrado al cuarto por una ventana que yo mismo dejé abierta
el día anterior. Cuando fuimos al cuarto de la persona que nos robó encontramos
mis papeles de migraciones pero seguía faltando mi documento, lo más
importante. Sin eso no podía ir a ninguna parte. Después de hablar con el
consulado, este me dijo que lo único que
podía hacer era un pasaporte de emergencia el cual me daba 60 para volver a
Argentina. El único tema era que con ese pasaporte no podía entrar a Colombia, tenía
que volverme a mi país sí o sí. La única manera de seguir viaje era o: tramitar
un documento nuevo desde Ecuador (el cual podía tardar 2
meses, demasiado tiempo) o volver a Argentina hacer el pasaporte expréss y
volver a Ecuador (algo imposible desde donde lo mires). Con esto pude comprobar que,
al igual que en Santa Cruz de la Sierra, el consulado no ofrece mucha ayuda
cuando la necesitas. Cuando me enteré de esto, mi autoestima cayó
al piso. Esa persona que entró por la ventana de nuestro cuarto no me había
robado toda mi plata y mis documentos, me había robado mi sueño de llegar a Colombia con
mis amigos y terminar el viaje como quería. No tenía más opción que
volver a Guayaquil para
tramitar el pasaporte de emergencia y empezar a mentalizarme que
el viaje había terminado para mí. Era injusto. No me merecía nada de eso.
Esa noche decidí relajarme y no
preocuparme por lo que pasó. Al otro día a la mañana fui a hacer la denuncia
por extravío (como en Argentina, en Ecuador es preferible no hacer denuncia por
robó por todos los procesos burocráticos que conlleva). Después de hacer
todos los trámites, fui a la terminal de ómnibus con los chicos para tomarme el
colectivo a Guayaquil donde
me iba a hospedar nuevamente en lo de Fer por uno días. El plan era quedarme
unos días ahí para hacer algo de plata y tramitar el pasaporte de
emergencia hasta que Camí llegue Quito y después irme para allá.
Después de despedirme de los chicos y no poder esconder mi tristeza, me subí al bondi sabiendo
que quizás esa iba a ser la última vez que los vea hasta Buenos Aires.
Cuando llegue a Guayaquil esa
noche, y me puse a revisar mi mochila, me di cuenta que me faltaba la denuncia.
La había dejado en Cuenca. Era evidente que no estaba para nada bien. Los
propios amigos de Fer me
decían que no se me veía bien. A pesar de que mi familia y mi novia me apoyaban
desde allá me sentía tremendamente solo. Decidí salir a caminar para distenderme un
poco. Después de caminar por unas cuadras me senté en una plaza y lo único que
podía hacer era pensar en cómo se había terminado el viaje para mí. Después de
tanto tiempo todo terminaba y de la peor manera. Se me venía a la cabeza los 8
meses que estuvimos trabajando en la kombi, la gente que nos ayudó, el dia que
salimos de viaje y todas las cosas que experimentamos en estos 6 meses de
viaje. Mil veces me culpaba por haber dejado la
ventana abierta del cuarto de ese hotel en Cuenca. Cuando parecía que todo
había terminado, recibo una llamada de los chicos. Cuando atiendo me dicen que
no voy a creer lo que pasó y me muestran mi documento por video-llamada. No
podía creerlo, mi felicidad era tal que empecé a putear en el medio de Guayaquil frente
a las miradas de todas las personas. Al parecer, Claypole empezó
a revisar su billetera y encontró mi documento entre sus cosas. En el momento
no entendí, no sabía cómo carajo llego mi documento a su
billetera, lo único que me importaba era que podia seguir viaje. Esa noche dormí en Guayaquil y
al otro día bien temprano me fui para Cuenca. Después de que aterrice de
ese momento de euforia, Claypole me dijo que agarro mi documento
cuando estaba pagando el hotel y según él, me lo dijo en su momento (algo que
lo dudo mucho). Porque no se le ocurrió fijarse en su billetera en el momento
en que yo me di cuenta que me faltaba el documento, nunca lo voy a entender. Si hacía eso me
hubiera ahorrado pasar por una situación de mierda. Lo que tenía que hablar
con él, ya fue hablado. Lo que importa es que sigo viaje, sin plata pero con
documentos.
Cuenca desde arriba.
El resto de los días que estuvimos en
Cuenca nos hospedamos en un hostel llamado “Casa Goku” lleno
de artistas, viajeros y buscavida. En el hostel había, venezolanos, argentinos,
ecuatorianos, chilenos y colombianos y algún que otro europeo. Algunos estaban
bajando, otros estaban subiendo y cada uno andaba en la suya, cada uno de
nosotros tenía su propia historia. En ese lugar, un pintor dejo
inmortalizados a Marmol y Burzaco en las paredes del hostel. A pesar de que
Cuenca es una ciudad bastante linda yo no podía dejar de pensar en el recuerdo
del orto que me deja y no veía la hora de irme de ahí. Así fue que
después de estar solo 4 días ahí el 17 de septiembre nos fuimos a la ruta para
hacer dedo rumbo a Baños de agua santa. En lo personal necesitaba un cambio de
aire y empezar de nuevo en otro lugar.
Caricatura de Marmol y Burzaco.
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