Soy músico y soy un delincuente.

   

   Tengo 23 años y hace 12 años que toco la guitarra, primero empecé como cualquier otro músico que agarra el instrumento de chico y solo juega con él. Después empecé a aprender de manera autodidacta y a sumergirme cada vez más en la música por mi cuenta. Me pasaba horas escuchando música y descubriendo bandas que al dia de hoy me siguen maravillando. Llegaba al punto de hasta quedarme dormido con mi instrumento de noche por la cantidad de horas que tocaba Cuando me di cuenta (o mis viejos se dieron cuenta) que tenía que dejar de tocar las mismas canciones y necesitaba avanzar me mandaron a clases de guitarra. En ese momento un nuevo mundo se me abrió frente mis ojos. Caí en la casa de un tipo que me hablaba de escalas, modos, acordes raros, funciones tonales y todas esas cosas que el músico autodidacta le puede tener un poco de miedo. En lugar de asustarme y querer dejar el instrumento me asombraba por cada nueva cosa que me enseñaba mi profesor. Esperaba toda la semana para ir a mis clases, era en lo único que pensaba. Después de un par de años tuve que dejar de ir a clases y tuve un bache en mi formación musical hasta mis últimos años de colegio. Cuando termine el colegio no hubo mucha vuelta me mande de una a estudiar música  en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. En ese momento no sabía ni que materias iba a cursar ni que carreras ofrecía yo solo quería estudiar más música. 
   Una vez más cuando empecé a cursar en la EMPA otra puerta se abrió en mi vida musical. Empecé a conocer gente que compartía mi misma pasión por la música e intercambiamos bandas, artistas y canciones. Los profesores me hablaban de géneros como el Jazz, el Tango y el Folkore a los cuales de alguna manera siempre les escape o mejor dicho nunca los encontré. Después de un par de años en la EMPA  decidí meterme, paralelamente, en la carrera de Música y Tecnología en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) con la idea de aprender el lado más tecnológico de la música, técnicas de grabaciones, sonido y etc. 
  Paralelo a todos mis estudios siempre busque la manera de expresarme haciendo música arriba de un escenario. Cuando tenía 16 años forme mi primera banda de rock con amigos que conocí en el Centro Cultural Cantinflas. Ya estaba cumpliendo un sueño. El dia que me subí a dar mi primer show con mi banda en un escenario todo se me volvió más claro. En ese momento entendí que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida sin importar como. Me importaba un carajo si había 5 o 60 personas, si todas ellas eran amigos o familiares de nosotros. La sensación que me daba el subir a un escenario no la podía (ni la puedo) comparar con otra cosa. Desde los 16 hasta el día de hoy siempre fui buscando alguna banda para poder expresarme musicalmente.
   Hace unos meses cuando decidí  irme de viaje no había duda cual iba a hacer mi forma de hacer guita: la música. Prepare algunos temas, me compre un amplificador a batería para no tener que depender de ningún toma corriente, agarre mis pedales, mi guitarra y salí de viaje. Al principio tocaba en las plazas con Mármol y después, ya en Brasil, e impulsado por una vieja idea que teníamos con Burzaco tomamos el semáforo como escenario y como lugar de trabajo. Al toque nos dimos cuenta que esa era la posta. Se sentía una ida y vuelta constante con la gente de los autos. A cada ciudad a la que íbamos la gente de los autos y de afuera se acercaban y nos felicitaba. Nos regalaban comida, nos grababan, nos tiraban buena onda y de alguna manera eso se reflejaba en la cantidad de guita que hacíamos. En algunas ciudades hacíamos realmente muy buena plata. Desde ese momento, hace ya tres meses y medio, hasta ahora fue lo único que hice para seguir viajando. Lo que en algún momento fue un sueño para mí ahora se estába convirtiendo en realidad. Viajo haciendo música.
 Lamentablemente en algunos lugares eso es un delito y es muy triste. Ayer en Cusco (Perú) estaba tocando en un semáforo como cualquier otro dia y la policía se me acerco y me llevo a la comisaria. Me pidieron mis documentos y me informaron que lo que estaba haciendo era ilegal y que tenía que pagar una multa de 400s (90 dólares o 2760 pesos argentinos), la cual sabían que no podía pagar. Después de eso me pidieron mis huellas digitales me dijeron que eso va a quedar en mi informe y que si lo hago de vuelta en Perú puedo llegar a tener problemas. Sinceramente, estando en el año 2018 y que traten a los artistas callejeros (músicos, malabaristas, pintores, etc.) como delincuentes me parece una estupidez. No estudie 11 años de mi vida para que vengan unos policiales a tratarme como si fuera un delincuente a pesar de que la gente apruebe lo que hago en cada semáforo que toco con sus sonrisas y sus palabras de aliento. Tambien quiero remarcar el hecho de que ellos llamaban a lo que yo hacia “mendigar”. Despues de hacerme el informe, sacarme las huellas digitales y hacerme algunas fotos me dejaron ir a mi hostel.  
   Vamos a hablar un poco de la ley por la cual me sacaron del semáforo. Lo que estaba haciendo es ilegal, eso es verdad, pero depende de cómo lo mires. Cuando llegue a la oficina el oficial me dijo que yo estaba como turista en Cusco y que como tal solo podía, en pocas palabras, gastar plata.  A esto yo le respondí con total confianza que yo si era un turista. Con la plata que hago pago mi hostel, pago mis pasajes de bondi para seguir recorriendo su país como turista. Voy a lugares turísticos como Macchu Picchu como cualquier otro turista entonces ¿porque cuando les conviene no soy turista? Que quede claro que no estoy de acuerdo que haya una ley para poder hacer música en la calle pero, si esas son las reglas, por lo menos que sean un poco más lógicas porque como yo hay un montón de artistas que llegan a Cusco con la idea de trabajar para poder pagar su hostel y sus excursiones como condición de turistas y se tienen que ir porque la policía los intima. Entonces, dada la situación, una solución más fácil y lógica seria sacar otra ley o decreto (o lo que carajo sea) que diga que si vas a hacer arte en la calle tengas que estar determinados días presentar los respectivos pasajes de bondi recibo de hostel y entradas a museos y/o ruinas confirmando que si sos turista. Supongo que eso es más difícil que salir a dar una vuelta en el patrullero levantar a un par de "vagos" y decirles que se vayan de Cusco porque molestan a los "verdaderos turistas". Ni en Brasil (Florianópolis, Sao José, Curitiba, Sao Paulo, Balneario Camboriú y Rio de Janeiro, una ciudad igual de turística que Cusco) ni en Bolivia (Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba y La Paz) me llevaron a la comisaria por hacer música ni me hicieron un informe ni me intimaron. Para finalizar me dijeron que si lo volvía a hacer dentro de Cusco me iban a sacar mis cosas, me iban a exigir un boleto de salida de su ciudad y me iban a cobrar la multa en el instante. 
   Pero si vamos a hablar de ilegalidades y delincuencia me gustaría también remarcar el hecho de que en la misma Plaza de Armas (la plaza principal de Cusco) donde también sacan a los artistas se puede conseguir faso, merca, hongos y lo que quieras sin ningún tipo de carpa y frente a los ojos de una infinidad de policías (y a un precio altísimo). Qué casualidad que los gringos sean los principales consumidores y que eso deje una entrada de guita muy importante ¿no les parece? Entonces, como siempre, cuando a la policía le conviene las leyes no existen. 
  Dejando de lado mi experiencia con la policía y la bronca que pueda llegar a tener por no poder trabajar tranquilo, Cusco es un ejemplo de cómo el negocio del turismo  destruyo una ciudad tan increíble y con tanta historia como lo es Cusco. Es tal la situación que una de las maravillas del mundo y uno de los lugares más espectaculares que conozco como lo es Macchu Picchu perdió toda su esencia. Para empezar los precios para entrar son excesivamente altos y el parque está colapsado. La entrada a las ruinas parece la entrada al subte de Buenos Aires y los pasillos de la ciudadela parecen los vagones del tren Roca en hora pico. Hay muy pocos accesos para las 5940 personas que entran por dia y adentro es imposible caminar con tranquilidad ya que muchas partes de las ruinas están cerradas al público con la excusa de que eso puede dañar el parque. Para que se den una idea, en la época de los Incas en la ciudadela solo vivían  entre 800 y 1000 personas entonces, los que están destruyendo el parque no somos los que visitamos sino los codiciosos que quieren hacer más guita metiendo casi 6000 personas en un espacio reducido. A todo esto hay que sumarle el hecho de que si queres mear te cobran el baño después de haber pagado 152 soles (1400 pesos argentinos) para entrar. Se me hace que las personas que manejan y viven del turismo deberían tener un poco más de respeto por las personas que llega a su ciudad para recorrerla. 
   Habiendo hecho todo este descargo ya estoy listo para agarrar mi guitarrita e irme a Lima a hacer un poco de ruido en los semáforos e incomodar un poco a la gente de allá con mi música. 



Florianopolis. 8/06/2018

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