Las dos caras de Rio de Janeiro: Parte 2

  

  

     Cuando llegamos a Rio de Janeiro algo se rompió entre nosotros. En algún momento, en todos los días que estuvimos ahí, las cosas dejaron de ser como eran antes y la relación entre los cinco cambió. Sin darnos cuenta, nuestro sueño estaba empezando a tomar un giro inesperado y el horizonte de nuestro viaje  se vio más confuso que nunca. Tan tensa era la situación que  uno de nosotros decidió irse para viajar solo y, en medio de toda esa escena, nos vimos obligados a tomar la decisión más difícil del viaje. Pero antes de que todo explote voy a contar cómo fue que llegamos a una situación tan determinante.
    Después de estar  parando casi una semana y media en Copacabana ya empezamos a sentir ese pedazo de asfalto en nuestro hogar. Ya conocíamos a toda la gente que trabajaba alrededor de la kombi y todos nos conocían a nosotros. Mantuvimos relación con los agentes de turismo, los cuidadores de autos (trapitos pero con uniforme), los que limpiaban la calle, los que vendían comida y las chicas que laburaban por la noche. Nos sentíamos tan cómodos y seguros que de noche abríamos las puertas de la kombi  y sacábamos algunas sillas para comer.  Hay una escena que retrata esa comodidad a la perfección. En el cumpleaños de Mármol, este se copó e hizo una comida gourmet (fideos con pollo, panceta y crema) para todos.  Justo se dio que aparecieron unas conocidas con cervezas, por eso sacamos la mesa, unas sillas y nos pusimos a comer todos afuera. Tengo que admitir que jamás me hubiera imaginado una escena como esa en las calles de  Río de Janeiro.  Eran las 11 de la noche y, por un lado, estaba la kombi  con las puertas abiertas y más de 15 personas a su alrededor, una mesa llena de cervezas y platos de comida. Por otro lado, estaban las chicas al costado de la calle trabajando mientras la policía pasaba a cada rato. Quien lo hubiera dicho que nos íbamos a sentir tan cómodo y seguros en una ciudad que el enero pasado tuvo 688 tiroteos a lo largo de todo el mes.



"Hogar dulce hogar" la kombi estacionada en la playa de Copacabana

   Un problema que veníamos arrastrando  desde Buenos Aires o, mejor dicho, Claypole venía arrastrando, era su muela. Más de una vez no podía dormir por el dolor que tenía y, muy típico de él, se olvidó de sacársela antes de irnos de viaje sabiendo que eso le iba a causar problemas en el futuro. En Río no aguanto mas y tuvo que ir  a un dentista  para sacársela. Así conocimos a Talita (30) madre soltera y ayudante de dentista. Después de su tratamiento, Claypole paso la noche con ella y los próximos días nosotros ligamos comida más de una vez, cervezas y antes de irnos, cuatro de nosotros recibimos una limpieza y blanqueo de dientes. Nunca me imaginé que en un viaje con amigos donde con suerte me baño una vez a la semana y vivo a arroz y fideos pegaría un blanqueamiento de dientes.
    Otro personaje que conocimos en Rio de janeiro y el cual veíamos todos los días era Pascual.  Oriundo de Bahía, al Nordeste de Brasil,  hace tres años se vino a Rio con su ex novia. Se acercó a la kombi uno de los días que yo estaba con Camí y desde ese momento vino todos los días que paramos en Copacabana. Después de un año de bandido el cuál le dejo un par de tiros en las piernas, quiso retomar el camino de su vida y ahora trabajaba a la noche en un puesto de comida y a la tarde en una barraca en la playa. Con el tiempo Pascual se fue ganando nuestra confianza y generando con algunos de nosotros un vínculo más fuerte que con otros. Es el caso de Don Torcuato, cuando el, Santi (uno de los cordobeses) y Mármol fueron al Cristo Redentor lo llevaron a él y Don Torcuato le pago la entrada porque no tenía plata ya que su patrón no le pagababa hace semanas. Sinceramente, ese me pareció un gesto más que remarcable por parte de mi amigo. Ese día el patrón de pascual no le había pagado el arreglo del celular (el cual se le había roto en una pelea que tuvo con unos clientes en el local)  y este estaba muy consternado porque no podía hablar con su mamá, es así que llegó a la kombi llorando y lleno de ira. Nosotros lo quisimos calmar y así fue que los chicos lo llevaron a conocer al Cristo Redentor. Cualquiera podría sorprenderse por la cantidad de gente que vive en Río hace años y nunca fue al Cristo.  Al volver uno podía ver la felicidad en la cara de nuestro amigo. Le contaba a todo el mundo donde había estado y  se quedó tan manija que al otro día  volvió con una amiga. Los chicos nos contaron que al entrar a la iglesia que está en la base del monumento nuestro amigo  lloraba de la alegría y exclamaba  a los gritos "¡Obrigado Deus!" (aunque deberia haber sido "Obrigado Don Torcuato") A veces con tan poco se puede hacer tanto por una persona. Esa noche Pascual, en forma de agradecimiento, trajo una bandeja llena de pescado frito. No creo que exista mejor forma de agradecer.



Santi, Pascual y Don Torcuato en el cristo.

      A los pocos días de arreglar la caja de dirección decidimos que ya era hora de volver a ruta y nos propusimos irnos de Rio de Janeiro. A pesar de nuestras ganas de seguir viajando, Rio (o la kombi)  no nos permitió irnos y fallamos una vez más en nuestro intento por seguir nuestro viaje. Una noche que fuimos a dar una vuelta, la kombi empezó a fallar otra vez y empezó a funcionar mal. Según palabras de Claypole el motor no estaba sonando bien y así iba a ser imposible encarar los 2500km que nos separan de Santa Cruz de la Sierra (Bol), nuestro próximo destino. A este problema hay que sumarle el quilombo eléctrico que estaba arrastrando la kombi desde hace ya  unos kilómetros. Ya nos estábamos empezando a frustrar, sabíamos que nuestra paciencia con la kombi estaba llegando al límite y ya empezaba a dar vueltas la idea de librarnos de ella para poder seguir viajando con más fluidez. Los próximos días Claypole se la paso abajo de la kombi intentado detectar y solucionar el problema. Al principio parecía que el problema era el carburador, después parecía que el motor estaba fuera de punto y por último, después de varios días, se dio cuenta que el problema estaba en las válvulas.


Lago Freitas, a pocos metros de la playa de Ipanema.

     A los pocos días que se rompió la kombi, nos mudamos de Copacabana al barrio de Botafogo para que Claypole pueda trabajar más tranquilo con el motor. Ahí nos instalamos en la puerta del taller mecánico de Andrés, un carioca hijo de un argentino y una brasilera que los chicos habían conocido en mi periodo de luna de miel. Un día se acercó a la kombi con la suya y llevo a los chicos a dar una vuelta. Algunos días, los cordobeses o nosotros íbamos a dormir a su taller (donde también vivía). Debido a eso empezamos a compartir más tiempo con él. En algunas ocasiones nos llevó a dar algunas vueltas por la ciudad, un fin de semana fuimos a Saquarema (una ciudad a unos 100km de Rio donde viven sus viejos) y a Arrial do Cabo. Otro fin de semana nos fuimos para Niteroi, una playa a 40km de Copacabana, en esas escapadas aprovechábamos la soledad de esos lugares para hacer fogones, armar las carpas en la playa y meter viajes lisérgicos que duraban toda la noche y toda la mañana. En otra ocasión fue con los gemelos y Mármol a una fiesta en una favela (una experiencia un tanto bizarra según nos contó nuestro amigo).



Motor afuera



Claypole con Andrés y Santi en Niteori.

  Cuando nos mudamos a Botafogo creo que ninguno se imaginó lo trascendente que iba a ser ese lugar para nosotros. No por el lugar en sí ya que estábamos rodeados por edificios alojados en una de las calles más transitadas de la ciudad, sin lugar a dudas, Copacabana era mejor. Pero en ese barrio  de Rio de Janeiro las cosas finalmente cambiaron. Un lugar que pudo haber pasado desapercibido en nuestra historia se convirtió en el testigo  de cómo el rumbo de nuestro viaje cambio por completo. Como ya dije en algún otro párrafo de este blog, la convivencia en la kombi (y entre nosotros) ya no era la misma. Para empezar, ya no éramos cinco los que viviamos ahí, ahora éramos siete. Lógicamente, esto afectaba (aunque no debería) la dinámica que veníamos manejando nosotros cinco como grupo.  A todo eso hay que sumarle los tantos problemas mecánicos que la kombi tenía.  La idea de dejarla y seguir a mochila era más palpable que nunca. Lo que en algún momento pareció tan lejano y, hasta una desgracia, parecía la única salida. Un millón de ideas daban vueltas entre nosotros, nos veíamos envueltos en una situación crítica y sabíamos que teníamos que tomar una decisión cuanto antes. Hace ya mucho tiempo que estábamos estancados en Rio, teníamos todavía miles de kilómetros por recorrer y los días seguían pasando.
  En medio de todo esto, Mármol apareció un día y nos dijo que se sacó un pasaje a Santa cruz de la Sierra y así nomás, de un día para el otro, se fue. La realidad es que ya nos había contado a nosotros por separado las ganas que tenía de viajar solo. Cuando me lo dijo me puse muy contento por él ya que yo también tenía la idea de hacerlo en algún momento. Creo  que un viaje solo da a lugar a que uno conozca otras facetas de uno mismo y, de alguna manera, eso es necesario. Hay cosas que uno va a poder experimentar solamente viajando solo y no con cuatro amigos. Pero, para ser sincero, no estaba de acuerdo en que se vaya en una situación como la que estábamos pasando. Era un momento crítico de nuestro viaje, estábamos pensando en dejar la kombi en Río y seguir a dedo, en mi opinión, era algo que teníamos que resolver y encargarnos los cinco. A pesar de esto, estoy seguro que sí lo hizo es porque confiaba en su decisión o por lo menos sentía que era el momento indicado para hacerlo. Como amigos,  nosotros lo apoyamos. Estoy seguro que va a poder encontrar lo que está buscando y que cuando nos reencontremos en algún otro lugar de Sudamérica va a tener muchas anécdotas para contarnos.



Los pibes antes de la partida de Marmol.

   Al otro día de la partida de Mármol hacia Bolivia, el resto nos quedamos a hablar sobre el destino del viaje. Teníamos que decidir nada más y nada menos que si íbamos a dejar nuestra kombi en Río de Janeiro y seguir a dedo. Realmente no hubo mucho debate, una vez que empezamos a hablar nos dimos cuenta que para poder cumplir con nuestro objetivo íbamos a tener que dejar al Comandante en Brasil y volver a buscarlo en otro momento. Teníamos por delante solo 4 meses de viaje y pretendíamos recorrer casi 8.000 km atravesando cuatro países distintos. Con la kombi solo recorrimos 2600 en casi 4 meses de viaje, al ritmo que veníamos, hubiera sido utópico creer que íbamos a poder hacer el resto en 25 semanas. Unos meses atrás cuando la kombi se quedó a las afueras de Florianópolis y tuvimos que llevarla a un mecánico, el cual nos cobró una moneda importante, nos prometimos que si nos volvía a traer problemas la íbamos a dejar.  Sinceramente pensé que ese día nunca iba llegar pero, finalmente, llegó. 


Preparando nuestras mochilas para emprender una nueva etapa de nuestro viaje.


     Muchas de  las personas que estaban a nuestro alrededor, y le comentábamos lo que íbamos a hacer, nos decían que estabamos cometiendo un error y teníamos que seguir con la kombi. Les parecía una boludes y casi un delito dejarla. No entendían porque lo haciamos si el arreglo no salía mucha plata (lo cual es cierto). Nos alentaban diciendo que después de que la arreglemos iba a estar lista para seguir viaje. Les puedo jurar que nosotros somos a los que más les dolió dejar la kombi después de casi un año de trabajo. Cómo lo dije en una de las primeras entradas de este blog, a esa kombi nosotros le dimos vida. Solo era un pedazo de chapa oxidada con cuatro ruedas. Nosotros la restauramos toda y todo fue fruto de nuestro esfuerzo. Cada rincón de la kombi lo transformamospara hacerla nuestra casa. Después de nuestra primera semana de viaje ya la habíamos convertido en nuestro hogar. Entonces, pueden entender lo difícil que fue tomar la decisión de dejarla. Si nosotros no tendríamos un plazo de viaje la historia sería otra. Seguramente hubiéramos trabajado y juntado plata en Río para  arreglar el motor y seguir. La verdad es que desde que empezó, este viaje tiene fecha de caducidad y, con los antecedentes que venía arrastrando nuestra kombi, era muy probable que a los pocos kilómetros desista y nos deje varados una vez más.
       En mi caso, para poder tomar esa decisión primero tuve que entender algunas cosas. Una de ellas era convencerme de que la kombi no era la esencia del viaje sino nosotros mismos y el camino que tomamos. Las cosas que vamos aprendiendo, la gente que vamos conociendo y los lugares que visitamos y convertimos en nuestros son el viaje. Aún después de haber tomado la decisión tuve momentos de frustración donde creía que si este viaje no se hacía con la kombi no tenia sentido hacerlo. Una vez que supere eso, todo estuvo más claro y me di cuenta que la kombi era una traba más que una facilidad. Una de las ventajas que creíamos que iba a tener hacer un viaje en nuestro propio vehículo, era poder quedarse en los lugares el tiempo que nosotros elijamos y salir a la ruta cuando queramos. En casi cuatro meses de viaje, nos quedamos más veces en lugares que no pretendimos conocer por culpa de la kombi que por nosotros mismos. Viajar, sobre todas las cosas, es tener libertad de hacer lo que uno quiera con cierta responsabilidad y conciencia  y, me animo a hablar por los cinco, que esa libertad que conseguimos el dia que nos fuimos de viaje la estabamos perdiendo por culpa de nuestra propia kombi.



Postal de una de las tantas tarde en Praia Vermelha, de fondo, el Pan de Azucar.


Mi querido y odiado Rio de Janeiro.

     Como dije en algún otro párrafo, cuando llegamos a Rio pretendíamos quedarnos 8 días. No solo nos quedamos más de un mes, sino que pasamos por muchos altibajos y vimos como poco a poco nuestro viaje iba cambiando hasta llegar al punto de tener que tomar la decisión de dejar la kombi. Habiendo hecho eso, solo  quedaba buscar algún lugar donde dejarla los próximos meses. Lógicamente, no fue nada fácil. Una de las opciones era dejarla estacionada en Copacabana y que nuestro amigo Pascual la cuide hasta la llegada de Claypole en diciembre. Al toque descartamos esa opción por razones de seguridad de nuestra kombi, tampoco nos gustaba mucho la idea de que alguien más use nuestra casa por tanto tiempo. Algunas otras personas nos ofrecieron dejarla en las cuadras de sus casas pero la realidad es que no teníamos mucha confianza con ellas. Por último, la opción más viable era dejarla en Saquarema (una ciudad a 100km al norte de Rio) en la casa de los padres de Andrés. La ciudad era mucho más chica y tranquila que Rio y en su casa había mucho espacio para dejarla. Sinceramente, a ninguno le cerraba Andrés, daba demasiadas vueltas. No nos daba mucha confianza y con eso bastaba, pero tampoco teníamos muchas opciones y ya queríamos seguir viaje. Cuando parecía que esa era la única solución encontramos una opción que nos daba más confianza a todos.
   Un dia en la playa de Copacabana Claypole conoció a una mina de nombre Clara (19) en el mar (literalmente entre las olas). Después de hablar por un rato, ella le comento que vivía en un barrio cerrado en Ilha Do Governador y que podíamos dejar la kombi ahí sin ningún problema. Puede parecer irónico que hayamos dejado nuestra kombi en la puerta de la casa de una persona que apenas conocíamos el nombre. La realidad es que nosotros ya conocíamos Ilha Do Governador gracias a Wesley y Matheus, dos estudiantes de la UFRJ (Universidad Federal de Rio de Janeiro), que conocimos mediante una aplicación de hospedaje gratuito. Un par de veces los cordobeses fueron a dormir a su casa y en una ocasión nosotros fuimos a pasar la noche con la kombi. Cuando Clara nos comentó que vivía en un barrio cerrado en ese lugar, nos pareció la opción más confiable y segura. También hay que tener en cuenta que teníamos muchas ganas de seguir nuestro viaje, hace mucho tiempo que estábamos varados y teníamos que tomar una decisión de inmediato. Sin lugar a dudas la mejor opción hubiera sido dejarla en un garaje privado pero por falta de plata eso era imposible



Ultima foto de la kombi antes de dejarla en la casa de Clara.

 El 2 de Agosto y después de casi 4 meses de viaje y 2600 km recorridos, dejamos nuestra kombi en Rio de Janeiro para calzarnos las mochilas y tomar un bondi que nos dejaba en São Paulo. Cuando llegamos a Rio jamás imaginamos lo trascendente que iba a ser ese lugar para nosotros. Como dije antes, llegamos con la idea de estar 8 días pero por distintas razones nos terminamos quedando casi seis semanas. Llegamos los cinco en la kombi y nos fuimos cuatro en colectivo, es evidente que esa ciudad fue demasiado para algunos de nosotros. Esa noche cuando nos pusimos la mochila y nos subimos a un bondi que nos iba a dejar en la terminal de ómnibus de Rio de Janeiro, otro viaje empezó para nosotros. Por delante teníamos 2500 km hasta Santa Cruz de la Sierra (nuestro próximo objetivo) y sabíamos que desde ese momento las cosas iban a ser muy distintas pero  nos sentíamos tan entusiasmados y libres como el dia que nos fuimos de Buenos Aires. 



Hasta pronto mi querido Comandante. Gracias por tantas anécdotas.

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