Yendo de la playa a la calle.
Las casi dos semanas que estuvimos en Florianópolis, las pasamos recorriendo
las playas desiertas del norte y el sur de la isla y las calles repletas
de personas de la ciudad. En Floripa hay alrededor de 42 playas, a algunas
solamente se puede llegar por medio de las llamadas trilhas (caminos trazados
por medio de los morros repartidos por toda la isla). En una ocasión un
artesano nos dijo que si uno quisiese recorrer toda la isla en auto
tendría que estar al menos dos meses en ella. Lamentablemente, nosotros nos
quedamos solamente diez días, pero sin lugar a duda fueron de los más movidos
del viaje. Nuestra idea inicial era repartir nuestro tiempo laburando y
recorriendo las playas y las lagunas de la isla. Ni bien cruzamos el puente
que conecta el continente con la isla, nos fuimos a la parte norte
a conocer la playa de Canasvieiras, una de las más famosas y turísticas de
Floripa. Cuando llegamos, y vimos la playa desierta y el pueblo vacío,
nos dimos cuenta que al estar fuera de temporada iba a ser casi
imposible generar algo de guita en las playas. Por eso, después de pasar
todo el día en Canasvieiras, nos fuimos a pasar la noche a la ciudad con el
objetivo de hacer algo de plata en los semáforos.
Recien llegados a Canasvierias.
Al otro día, ni bien me
levanto, voy a la parte de adelante de la kombi, saco la guitarra y la apoyo en
la trompa, al toque vuelvo al interior a hablar con Burzaco y a hacerme
un té. Después de darle un par de sorbos, voy a buscar mi guitarra
nuevamente y veo que no está. En un lapso de menos de diez minutos alguien me
la había robado. Al ver esto, y mientras les explicaba a los chicos lo que pasaba,
empecé a correr por la calle para ver si encontraba a la persona que se había
tropezado con mi guitarra. A los pocos metros me di cuenta que iba a ser
imposible encontrarla y volví a la kombi totalmente dolido y
decepcionado. No podía creer lo que estaba pasando. Era un jueves feriado a las
7 de la mañana y por la calle no pasaba literalmente nadie.
Dia nublado en Barra do Lagoa.
Cualquier persona que me
conozca un poco sabe el lazo que tengo con la música y, en especial, con mi
guitarra. Para mí no es sólo un instrumento musical, es el medio que uso para
expresarme desde que tengo 12 años y lo que aspiro a hacer el resto de mi vida.
La guitarra que me robaron me la había comprado en El Alto de La Paz (Bolivia)
hace dos años en el primer viaje de mochila que hice con Burzaco. Con ella
quería recorrer toda Sudamérica y de a poco le fui poniendo banderas de los
países que iba conociendo, pero algún brasilero decidió que ese no iba a ser su
destino y me la saco. Entonces se pueden dar cuenta el bajón que tuve cuando me
di cuenta que no la iba a volver a ver. Recién ahora puedo entender que, por más
peso emocional que le ponga, es sólo una guitarra, y como casi todas las cosas
materiales, es reemplazable. En definitiva, el que hace la música soy yo.
Selfie. Mármol y Claypole en Barra do Lagoa.
Una vez que paso el
shock empecé a buscar la manera de
solucionar el problema y conseguir una guitarra nueva. De entrada descarte la
posibilidad de comprarme una en Brasil ya que después de consultar algunos
grupos en Facebook y entrar a Mercado libre me di cuenta que eran mucho más
caras que en Argentina. Los chicos me decían que espere un mes a
llegar a Bolivia donde iban a estar mucho más baratas. No recuerdo la última
vez que estuve más de 5 días sin tocar la guitarra, asi que también descarte
esa idea. Al toque me di cuenta que Sofí (la novia de Don Torcuato) venía ese
fin de semana por su cumpleaños y, después de preguntarle si se copaba en
traerme una, me puse a buscar alguna por Buenos Aires. Con ayuda de Camí, mi
novia, que se pasó sus dos francos yendo a buscar una batería nueva para el
amplificador (la vieja estaba en la funda de la guitarra) y llevando mi nueva
guitarra al aeropuerto, mi vieja y un amigo pude conseguir una a un
precio razonable. Gracias a ellos, en menos de 8hs pude conseguir una guitarra
nueva. Como las cuatro horas que estuvimos en la ciudad fueron demasiado
para nosotros, ese jueves decidimos ir a Praia Campeche a pasar el dia.
Claypole caminando por alguna playa de Floripa.
El viernes, después de buscar a Sofí por
el aeropuerto nos fuimos al sur de la isla a pasar el fin de semana. Los
próximos días anduvimos entre Barra do Lagoa y Lagoa da Conceição, sin lugar a
duda dos de los lugares más lindos de la isla. En este último lugar
conocimos a Manuel, un uruguayo de 28 años que llegó hace 10 meses a la isla
después de más de dos años de viajar por Sudamérica. Hace unos meses se había
comprado una kombi con el fin de restaurarla y volver a viajar pero ahora
estaba viviendo en ella, con su novia y su perro a orillas del lago. El
cumpleaños de Don Torcuato lo pasamos comiendo pizza en Barra do Lagoa en el
hospedaje de Carol (29) y Raúl (39), una pareja de españoles que
habíamos conocido unos días atrás y, como nosotros, habían salido hace unos
meses de Europa para emprender un viaje con el objetivo de recorrer toda
Sudamérica.
Sofí y Don Torcuato en Playa Mole.
Loco un poco nada más. Con Claypole en el Aeropuerto de Floripa
yendo a buscar a Sofí.
La semana entrante, con guitarra nueva
y el entusiasmo renovado, nos dirigimos hacia el centro de la isla para laburar
algunos días y recaudar algo de guita para la nafta. Antes tuvimos
que hacer una parada en Ultragaz para cambiar la garrafa porque la
que habíamos traído de Buenos Aires se había quedado sin gas. Ya
teníamos un gasto más que cubrir. El primer día de laburo nos propusimos
hacer 80 reales entre todos, Burzaco y yo en el semáforo y los chicos vendiendo
pulseras. Para nuestra sorpresa, solo Burzaco y yo hicimos más de 100 reales.
Al parecer a la gente le copaba mucho nuestro show, hasta algunos que iban por
la calle caminando nos daban plata y nos pedían de filmarnos. Esa semana
quisimos aprovechar la racha y nos la pasamos laburando doble turno,
logrando hacer casi 500 reales en solo cuatro días de trabajo, cubriendo
así los gastos de la nafta y de la comida de los cinco. Un buen debut para mí
guitarra nueva. Por otro lado, y debido al ritmo que tienen las grandes
ciudades, a los chicos se les complico mucho vender pulseras, en las plazas no solía
haber gente y en la calle la mayoría los ignoraba.
Con Burzaco en los semáforos de Florianopolis.
Atardecer en la costanera del centro de Florianopolis.
En algún momento de nuestra estadía en
Floripa cumplimos dos meses de viaje y es inevitable hacer una especie de
balance. En 60 días pasaron muchas cosas, conocimos mucha gente y lugares
asombrosos, tuvimos muchos malos momentos, muchos bajones y muchas dudas pero a
pesar de todo seguimos adelante. Si uno hace una lista y un balance
general hasta el momento por cada buena que tuvimos hubo al menos una mala,
pero la realidad es que aún cuando las cosas estaban complicadas terminamos
conociendo personas o lugares que nos marcaron y enseñaron y que jamás vamos a olvidar. De
otra manera, si las cosas no se daban así nunca hubiéramos llegado a esas
personas. Al final es mejor no hacer ningún balance y dejar que las cosas
fluyan. Las cosas siempre terminaron saliendo bien.
Amanecer en Lagoa Chica al sur de la isla.
Desde el día que
llegamos a Florianópolis nos instalamos en la calle. Todas las noches dormimos
en alguna estación de servicio, en alguna costanera, a la orilla de un río o de
la playa. Para nosotros, cinco chicos de clase media, vivir en la calle es algo
que nunca hicimos pero que ahora (por el tipo de viaje que decidimos hacer) nos
vemos obligados a hacerlo. Es cierto, técnicamente no estamos viviendo en la
calle, porque tenemos nuestra casa que es la kombi donde disponemos
de nuestra cama y nuestra cocina. Pero aun así estamos todo el día en ella,
comemos en ella vamos al baño en ella y estamos en constante contacto con la
gente que vive ahí. Algunos se acercan a la kombi y nos cuentan sus historias,
sus realidades y sus aspiraciones. El Comandante es un imán de todo tipo de
personas, desde familias con hijos que sueñan hacer un viaje como el nuestro
hasta adictos al crack que lo perdieron todo, pasando obviamente por viajeros y
viajeras en nuestra misma situación, y de todos aprendemos algo. De a poco
vamos entendiendo los códigos que se manejan en la calle y, por experiencia
propia, puedo decir que uno aprende a la fuerza.
Después de una semana de arduo trabajo
decidimos irnos ese fin de semana (el último en la isla) a Pantano de sul, para
pasar el cumpleaños de Burzaco acampando en Lagoinha do Leste. Un lugar al cual
se accede por medio de una thrila de una hora que te lleva a una playa
desierta. Más de una persona nos había dicho que Lagoinha era uno de los
lugares más increíbles de la isla y así fue. Gracias a que ese viernes
Claypole enamoró al dueño de un restaurante en la playa de pantano do sul
solo con preguntarle dónde podíamos dejar la kombi, en Lagoinha no pagamos
estacionamiento y la dejamos en su casa.
Estuvimos todo el sábado en Lagoinha y confirmamos que sin duda es uno de los lugares más espectaculares de Florianópolis. Es una bahía rodeada de morros los cuales, en su interior, tiene un montón de parcelas donde uno puede acampar. Entre los morros asoman dos lagos, uno de agua salada que en su momento supo ser parte del mar y otro de agua dulce.
Estuvimos todo el sábado en Lagoinha y confirmamos que sin duda es uno de los lugares más espectaculares de Florianópolis. Es una bahía rodeada de morros los cuales, en su interior, tiene un montón de parcelas donde uno puede acampar. Entre los morros asoman dos lagos, uno de agua salada que en su momento supo ser parte del mar y otro de agua dulce.
Con Marmol y Claypole cocinando frente al Lago en Lagoinha do
Leste.
La vista desde el Restaurant de Alan en Pantano Do Sul.
Post tenedor libre.
Nos hubiera gustado quedarnos
más tiempo acampando, pero al parecer el domingo iba a llover, y solo nos habíamos
llevado comida para un día. Ese día cuando nos levantamos y volvimos a lo de
Alan para buscar la kombi. Cuando llegamos, y sin poder sacarle la mirada de
encima a Claypole, este nos dio de desayunar, nos ofreció una ducha, nos regaló
algo de comida, ropa y escabio para el viaje. Frente a tantos gestos de
generosidad nos dimos cuenta que quería levantarse a Claypole. Como si
fuera poco, esa tarde nos invitó a comer a su restaurante, el cual era tenedor
libre de mariscos. Nuestro amigo estaba empecinado en levantarse a Claypole
a pesar de que él le dijo dos veces que no estaba interesado y que le
gustaban las mujeres. Esa tarde, después de haber comido como si no hubiera un
mañana, dejamos atrás a nuestro amigo Alan con el corazón roto y
salimos de Florianópolis para tomar la ruta rumbo a Camboriú, nuestro
próximo destino y el primero en nuestro camino rumbo a Rio de Janeiro.
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