El cielo es gris en Balneario Camboriú y celeste en Joinville
Hace un mes que estamos en Brasil y, desde
que llegamos, casi todos los días fueron grises. La semana que estuvimos en
Balneario Camboriú no fue la excepción. De los siete días que nos quedamos solo
uno tuvo de escenario un cielo azul y un sol brillante. Llegamos un martes
lluvioso y nos fuimos otro martes de la misma manera. De todas formas la "Miami
beach latinoamericana", como la suelen llamar, no nos pudo tratar de una mejor
manera. Conocimos personas increíbles y aprendimos, sin lugar a dudas, muchas
cosas de ellos y de nosotros mismos. Confirme una vez más que, por más
distancia que tengan las personas que se nos acercan a nosotros, todas se
identifican con nuestro sueño y quieren empujarnos hacia Colombia. Por las
calles de la ciudad recibíamos constantes pruebas de afecto. Un día, en
un lapso de dos horas, dos personas distintas nos regalaron sin razón alguna
seis cervezas cada una, otra nos dio guita y una de ellas nos invitó a su casa
para ducharnos. Invitación que rechazamos porque ya habíamos aceptado una de
otra persona el día anterior. Sobredosis de hospitalidad.
Por las calles de Balneario Camboriú
Una de las ventajas que
tiene vivir en una kombi es que podes elegir en qué punto de la ciudad queres
hospedarte. Nosotros elegimos una calle cerca del centro, a dos cuadras de la
playa y en una de las zonas más tranquilas de la ciudad. Al parecer Balneario
Camboriú es la ciudad más vertical de Latinoamérica, los edificios son tan
altos que a las 3 de la tarde ya no hay más sol en la playa. A simple
vista y si uno camina un poco por sus calles puede tildar a la ciudad de
cheta. Por ellas se puede ver cualquier cantidad de autos de alta gama,
gimnasios vidriados, barberías, restaurantes gourmet y hoteles boutique. Todo
para que la gente de clase alta pueda mantener su excesivo y vacio estilo de vida mientras pasa
un fin de semana o vacaciones en Balneario Camboriú.
Cielo celeste en Balneario.
Cualquier diría que el estar de viaje
implica salir de la rutina. Y en algún punto es cierto, uno sale de la típica
rutina de estudiar y/o trabajar en los mismos horarios, en los mismos lugares y
ver a la misma gente. Pero la realidad es que el ser humano es un hombre de costumbre
y puede decirse que nosotros salimos de una rutina para entrar en otra o por lo
menos en esta etapa del viaje. Al igual que en Florianópolis, en Balneario
dividimos nuestro tiempo entre trabajo y ocio. Los días de semana nos la
pasamos en el semáforo y pateando las calles para vender pulseras mientras que
el fin de semana lo aprovechamos para hacer otras cosas. Justo se dió que
empezaba el mundial y cuando podíamos veíamos algunos de los partidos más
interesantes. Siguiendo con la idea de rutina, casi todos los partidos, los
vimos en el mismo bar tomando la misma cerveza.
Firma hecha en la kombi por una persona en Joinville
En nuestro tercer
día en la ciudad conocimos a Piter (27). Con su aspecto de Fito Páez en la
década del ochenta, una Budweiser en la mano y un cuadro en el otro se acercó a
la kombi para hablarnos. No anduvo con vueltas y, después de presentarse
y preguntarnos un par de cosas, nos llevó a un bar para invitarnos 36 cervezas.
Si, 36 cervezas. Entre cerveza y cerveza nos contó que vivía en Joinville, una
ciudad a 90km de ahí, y que estaba en Camboriú por trabajo.Sin lugar a dudas es una de las personas más
serviciales e interesantes que conocimos en el viaje. Nos contó que nació en Estados Unidos y que vive en Brasil desde chico. Conforme pasaba la noche
hablamos de fútbol, política, viajes, música, economía y algún que otro tópico
más. Como era de esperar esa noche
terminamos todos en la kombi bastante borrachos por culpa de nuestro nuevo
amigo.
Don Torcuato y Claypole con Piter.
El día después de
conocer a Piter, conocimos a Jenny. Se acercó a la kombi para ofrecernos una
ducha la cual, lógicamente, nosotros aceptamos. Al contrario que Piter, Jenny
es una mujer de pocas palabras, por lo que sabemos llegó a Balneario Camboriú
en busca de un nuevo comienzo tras un golpe duro que le dió la vida. Al parecer,
lo estaba encontrando con la ayuda de Jael, una señora de unos 70 años muy
devota a Jesús la cual nos presento una noche en su departamento. Esa
misma noche nuestra nueva amiga nos cocinó una comida típica de Bolivia (Jenny
tiene padre boliviano y ella proviene de una ciudad fronteriza con ese país) y
nos habló de la importancia de la unidad en nuestro viaje. Ella no es la
primera persona que nos dice que los cinco somos personas totalmente distintas
y, que para poder cumplir nuestro objetivo, vamos a tener que mantenernos unidos
y encontrar un punto intermedio. Sus palabras parecieron caer en el momento
justo ya que después de casi tres meses de viaje, algunos desacuerdos y
tensiones producto de la convivencia constante empezaron a aparecer en el
grupo.
Palmeras, palmeras y mas palmeras. Rua das Palmeiras en
Joinville.
Nuestro último día en Balneario Camboriú no
pudo ser de otra manera y fuimos víctimas una vez más de la hospitalidad de las
personas de aquella ciudad. Esa mañana en el semáforo, dos personas distintas
nos dieron comida. Una persona fue a un local especialmente para compramos el
almuerzo a mí y a Burzaco y otra nos trajo una bandeja llena de comida de su
restaurante. Queriendo devolver un poco de lo que recibimos, le terminamos
dando la comida a una persona que vivía en la calle. Esa tarde Jael, la amiga
de Jenny, nos invitó a su casa a merendar para hablarnos de Dios, Jesús y su
presencia en nuestra vida. Más allá de la lejanía que yo pueda tener con la
religión católica siempre está bueno escuchar a una persona mayor hablar sobre
experiencias de vida. Con su manera de hablar tan pausada y sentida usaba
siempre las palabras más eficaces para expresar una idea. En su discurso
(siempre nombrando a Jesús de por medio) hablaba del amor y la empatía con el
otro, de dar por el simple hecho de hacerlo y de la importancia de la unidad en
nuestro grupo para poder realizar este viaje. Todas sus palabras reflejaban
todo lo que nosotros habíamos recibido en su ciudad. Antes de despedirnos
y, después de una merienda fulminante, Jael se coronó como una de las abuelas
del viaje y nos dio guita y bolsas de comida para la ruta. Como no podía ser de
otra forma nos despedimos de Balneario Camboriú recibiendo e intentando
devolver todo lo que la gente de esa ciudad nos dio a cada lugar al que
vayamos.
Con Jael y Jenny.
Al otro día y, después
de hacer unas cosas, nos fuimos para Joinville a visitar a Piter. Después de un
mes en Brasil el cielo finalmente se aclaró y el sol salió. Hace 180 años
alemanes y suizos compraron tierras en Sudamérica y se vinieron a
esta parte del mundo a fundar Joinville, debido a eso por sus calles se
pueden ver construcciones alemanas y suizas por doquier. Ahí estuvimos solo dos
días en los cuales pasamos la mayor parte del tiempo con Piter. Uno de esos
días este dejo de lado sus obligaciones y se dedicó exclusivamente a nosotros.
Nos hizo de chef al mediodía, de guía turístico a la tarde y a la noche,
después de que Don Torcuato se haga su primer tatuaje, nos llevó con su novia a
un restaurant a comer comida Alemana. Paradójicamente, la comida típica
de su ciudad. Como si fuera poco, unas horas antes de irnos nos consiguió un
mecánico que sin costo alguno nos arregló el portaequipaje.
Sudamerica en mi piel. Tatuaje en el hombro de Don Torcuato.
Viajar te pone en el
camino a personas que te dejan pensando y te hacen replantearte la manera
en que encaras la vida, Piter es una de ellas. En su vida cotidiana el tipo
ponía en práctica todo lo que Jael nos dijo en palabras pero sin necesidad de
poner a Jesús ni Dios de por medio. Para empezar todas las comidas las pago el,
cuando alguna persona que vivía en la calle le pedía algo él estaba dispuesto a
ayudarlo. En una ocasión le pregunté porque tenía el pelo largo y me contestó
que se lo quería dejar lo más largo posible para después raparse y donárselo a
un enfermo con cáncer. Su concepto de vida se ajustaba perfecto al mensaje que
nos quiso dar Jael, el de dar lo que uno tiene por el simple hecho de ayudar al
prójimo sin esperar nada a cambio. De todas maneras, en una ocasión Piter nos explicó
que su concepto de vida gira en torno al “egoísmo bueno”. Este se basa en
querer ayudar e interesarse por una persona para asi uno poder aprender sobre
ella, adquirir sus conocimientos y así crecer uno como persona.
El sol se filtra por los edificos. Atardecer en Balneario
Camboriu.
Joinville desde arriba.
Tras la
derrota de Argentina con Croacia y, después de ser abastecidos por
un verdulero que nos dio bolsas de frutas y verduras de regalo, nos fuimos de
Joinville rumbo a Curitiba. En mi cabeza todavía siguen dando vueltas todas las
muestras de afecto y hospitalidad que recibimos estos días, las palabras de
Jael y el concepto de vida de Piter. En una ocasión hablando con el este me
dijo - Ustedes me dan ganas de agarrar
mi auto y conducir hasta Argentina. Eso me hizo entender la importancia que
tiene lo que estamos haciendo y que nuestro viaje ya no es sólo nuestro sino de
toda esas personas que, como Piter, cruzamos en el camino y enriquecen nuestra
visión del mundo.
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