¿Pol qué? Sí, hay polque
El 9 de Mayo nuestro viaje finalmente renació.
Ya sea por las tremendas ganas de volver a la ruta o por la excitación, ese día
madrugamos y salimos del nuevo comedor del cordobés a las 5.30 de la mañana
rumbo a Posadas. Había llegado el momento de ver más allá del km 704. El entusiasmo dentro de la kombi era realmente
palpable. Después de tantos días, de tantas horas, tantas discusiones y frustraciones,
volvimos a la ruta con las energías renovadas y la mirada clavada en Colombia. Teníamos
la certeza de que a partir de ese momento las tan ansiadas "buenas"
iban a llegar a nosotros, y así fue.
Para mí, los kilómetros hace mucho que
dejaron de significar una unidad de medida. A bordo de El Comandante se
transformaron en pruebas, en obstáculos por vencer, en gente conocida, en gente
por conocer, en anécdotas, en experiencias, en risas, en peleas. Y aún más, los
180 km que separaban la parrilla del cordobés de Posadas.
La
kombi iba a rodar por el asfalto después de mucho tiempo de estar parada y ese
tramo era fundamental para reavivar nuestra autoestima. A medida que avanzábamos
el paisaje empezaba a cambiar, de a poco el verde iba tomando protagonismo y la
tierra comenzaba a tornarse roja. La ruta empezaba a ondular y obligaba a la
kombi a hacer sus primeros kilómetros en subida. Después de 4hs de viaje
llegamos sin ningún problema a Posadas, la capital de Misiones.
Plaza de Posadas
Los pibes frente a la casa de gobierno
Allí estuvimos solamente una semana pero,
sin lugar a dudas, pareció más. El
primer día, ni bien llegamos, recorrimos una
parte de la ciudad. Fuimos al centro a buscar las plazas más convocadas
para vender algunas pulseras y hacer un poco de música. Después, nos dirigimos
a la costanera donde almorzamos y nos metimos en el rio. Tras un breve encuentro con la ley volvimos
al centro para hacer algo de plata. Las
primeras horas no tuvimos mucha suerte y por eso aceptamos una invitación
gratuita al cine para ver una película sobre Edir Macedo (el creador de la
iglesia universal), es imposible resistirse a la tentación de la gratitud.
Lamentablemente, Edir no nos pudo cautivar y nos fuimos en la mitad de la
función. Esa noche con Burzaco y Claypole fuimos a tomar una birras y luego seguimos
vendiendo pulseras, ya que ese día no habíamos hecho mucha plata y no nos queríamos
dar por vencidos.
Si bien con la venta de las pulseras nosotros
buscamos generar ingresos para así comprar comida, nafta y demás cosas, estas
sirven como un conector. Es la excusa perfecta para acercarse a las personas explicarles
nuestros proyecto y con algunos generar un vínculo. Algunos se identifican con nosotros,
ya sea porque estamos cumpliendo su sueño, algún pariente estuvo de viaje
alguna vez o ellos mismos lo hicieron y te dan una cantidad de plata exagerada
por la pulsera, ya que lo que quieren es ayudarnos a cumplir nuestro sueño.
Otras personas ni siquiera quieren llevarse la pulsera y te dejan la guita.
En una de nuestras ventas conocimos a Alis y
Melón, una misionera (proveniente de Ituzaingo) y una rosarina que vivía en
Posadas hace un año y medio. Frente a su aparente duda, decidimos usar una de
nuestras cartas ganadoras y las llevamos a que conozcan la kombi para asi poder
cerrar la compra. Una vez ahí, les empezamos a contar nuestro proyecto cuando
de repente empezaron a caer más personas y en un momento había como 10 personas
alrededor de la kombi sacándose fotos, haciéndonos preguntas y contándonos
historias. No hay ninguna duda, el Comandante es un imán de buena gente. Después de pasarles nuestra cuenta de
Instagram nos despedimos de las chicas y nos fuimos a dormir a la costanera.
El Comandante posando en la costanera.
Al otro dia después de ir a Paraguay a
recorrer un poco y aprovechar sus ofertas, volvimos a la costanera para
meternos al rio. No llegamos ni a tocar la arena cuando un hombre en moto se
acercó a la kombi, y después de presentarse y hablar un poco nos invito a su
casa a tomar unos mates. No lo dudamos ni un segundo y con la malla puesta
cargamos las cosas nuevamente para irnos para allá.
El hombre se llamaba Gabriel, un empleado público
miembro de la asociación de motos de misiones, el cual tenía un pasado como
viajero y un futuro soñando volver a serlo. Vivía con su hijo más chico y su
novia Marcela. Estuvimos toda la tarde en su casa hablando de nuestro viaje,
nuestras vidas, y del sueño de Marcela de querer comprarse una kombi y salir a
recorrer el mundo como nosotros. Después de unas tremendas tortas fritas nos despedimos
de ellos con un abrazo.
Jamás me había despedido de alguien que
había conocido hace 5 horas con un abrazo. Alguien que nunca vi en mi vida y que,
seguramente, no lo iba a volver a ver. Alguien que probablemente no sabía mi
nombre. Quizás el hecho de saber que no los iba a volver a ver nos hizo
despedirnos de ellos con un abrazo. Algo tan básico pero sincero y que nunca
hacemos.
De lo de Gabi nos fuimos a la casa de Melón
y Alis. Ahí conocimos a Agus, Brescia y Valu
(dos hermanas acostumbradas a recibir viajeros por medio de la aplicación de
Couchsurfing) sus amigas. Ellas nos recibieron con mbeju, una comida típica de misiones y Paraguay. Después
de bañarnos y cenar, Don Torcuato y yo sentimos la necesidad de hacer un cambio
de look y nos hicimos un corte de pelo con Valu. A pesar de que ella nunca en su vida le había cortado el pelo a alguien depositamos
toda nuestra confianza en ella y, creo, que salió todo bien. Esa noche nos
quedamos todos toda la noche hablando y conociéndonos.
Cambio de look.
Arte
Al otro día cuando me levante y ni bien puse
un pie fuera de la kombi una mujer se me acerco presentándose como Paola y me
dijo que ella también es una viajera, y que si necesitábamos un lugar donde
bañarnos o donde comer podíamos ir a su casa. Posadas no me dejo ni desperezarme
cuando ya vino alguien a ofrecerme su ayuda.
Ese día nuestras nuevas amigas nos dieron unas lecciones de globologia y
estuvimos toda la tarde en la plaza haciendo un poco de música, vendiendo
pulseras y globos. Por la noche nos dimos una vuelta por la casa de Dai, Ani y Sil,
tres estudiantes de contaduría, que nos invitaron a comer pastel de papa. Un plan
que no podíamos rechazar.
A la derecha de Mármol, Sil. A
la derecha de Burzaco, Dai.
Llegamos a Posadas con la intención de
quedarnos 3 días. El plan era estar miércoles, jueves y viernes hacer la
guita necesaria para la nafta y el sábado
a la mañana partir hacia Iguazú. En cambio, nos quedamos toda una semana. Por
una cosa u otra decidíamos quedarnos más tiempo y fue una buena decisión. El
fin de semana laburamos en la feria que se hace en la costanera y, con ayuda de
nuestras amigas, llegamos a recaudar la guita suficiente para llenar un tanque
y medio de nafta. El sábado a la noche fuimos invitados por Pato, un compañero
de kombi y dueño del bar Absurdo, para hacer unos temas y así difundir nuestro
proyecto. De todas maneras, la plata es lo de menos, ese tiempo que nos
quedamos en Posadas tuvimos la suerte de conocer personas increíbles que de
alguna forma u otra se sentían identificadas con nosotros y nosotros con ellos.
Los pibes en la puerta del bar Absurdo.
El domingo a la noche la kombi tuvo problemas
para arrancar y, después de revisarla, Claypole se dio cuenta que el alternador
estaba jodido. Al parecer el Comandante no se quería ir de Posadas y nos obligó
a quedarnos unos días más. Aunque la kombi estuvo arreglada para el martes a la
mañana, ese dia no pudimos salir porque llovía torrencialmente. Recién el
miércoles a la mañana pudimos volver a la ruta rumbo a las Cataratas.
Arriba: Burzaco, Valu, Breccia, Claypole, Don torcuato, Alis y yo. Abajo: Marmol y Melon
Aunque Posadas no sea una ciudad grande
(viven medio millón de personas) no deja de ser la capital de una provincia, y
jamás me hubiera esperado que una capital nos reciba con tanto cariño, a pesar
de que la propia gente que se acercaba a nosotros nos decía que ahí no nos iban
a tratar muy bien. En los siete días que estuvimos siempre nos sentimos
cómodos. Casi nunca comíamos los cinco solos, siempre compartíamos el almuerzo
o la cena con alguien más. La noche que dormimos en la puerta del taller
mecánico se acercó Nico, un pibe de 27 años, con una bandeja con pizzetas y
sanguches de jamón y queso. Yo recién me levantaba de la siesta y no podía creer
lo que mis ojos estaban viendo.
Atardecer en las costanera de Posadas.
¿Porque la gente nos abre las puertas de
sus casas sin siquiera saber nuestros nombres? ¿Por qué la gente nos llega a
dar $100 por una pulsera? ¿Por qué nos invitan a comer a sus casas y nos dejan
ducharnos allí? ¿Porque dejan de hacer sus actividades para ayudarnos a vender
pulseras? ¿Por qué una señora de 60 años se queda hasta las 3 de la mañana
lavándonos la ropa? ¿Por qué? ¿Hay porque? Sí, hay porque. Y es la kombi. El
Comandante. Nuestra carta de presentación. Nuestra casa. Él nos hace conocer
personas todo el tiempo, conectar con ellos, entrar en una realidad, salir de
ella y después entrar en otra. Así podemos trazar una línea entre todas estas
personas, que, si se acercan a nosotros es porque se sienten identificados con
nuestro sueño y por ende, tendrán algo en común con el resto de las personas
que también lo hacen y ellos no conocen. Es verdad, todas son distintas, cada
una tiene su propio sueño y sus propias
cadenas que nos les permiten cumplirlo. Pero todas, absolutamente todas, tienen
la predisposición para abrirnos las puertas de su casa, invitarnos una comida y
compartir tiempo con cinco amigos que en algún momento de sus vidas decidieron
dejar sus casas para ir a recorrer el continente y hacer de él su nuevo hogar.
Son unos genios!!
ResponderEliminarEm cada llugar, con cada situacion, tienen la.usina de energía para seguir avanzando. Feliz por uds chicos!! Continúen asi, son los únicos hacedores y dueños de esta aventura, la que nos dejan sentir como propia en cada narración del blog... abrazos para todos!!!
ResponderEliminarPerdonen por los errores de escritura, letra muy chica la del celu y falta de lentes, jajajaja
EliminarGracias por estas historias tan sinceras!! El Comandante es la carta de presentación y Uds la garantía! Los quiero!!
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