¡Gracias Martínez!
Hay gente que te va a querer cagar y
otra que te va a querer ayudar, es así, el mundo no es una ONG. Es una balanza.
Nuestra experiencia con Martínez (el mecánico de Alvear), Gustavo y el Cordobés
me lo hizo confirmar. Cuando vino el cordobés a hablarnos hace casi tres semanas
para ofrecernos su ayuda, yo le mande un mensaje esa misma tarde preguntándole
cuanto nos iba a costar que nos pase el motor a Brasil. Me había acostumbrado a
que nadie hace las cosas por el simple hecho de ayudar. Ya estaba desconfiando
de él sin siquiera conocerlo, creyendo que si alguien me había cagado, las
demás personas lo iban a querer hacer. Estaba dejando al descubierto mi
desconfianza por el ser humano. Ahora, después de todo lo que paso, me siento
bastante boludo en haberle preguntado eso.
Parrilla del Cordobes. Ruta 14, Km 683
Parrilla del Cordobes. Ruta 14, Km 683
Mientras
esperábamos que el mecánico arregle el motor, pasamos nuestros días en la
parrilla del cordobés viendo el tiempo pasar. Cuando uno está de viaje parece
que está en otra sintonía. Los días no tienen nombre ni tienen esa sensación
que le adjudicamos a cada uno. Los lunes no saben a lunes y los sábados no
tienen gusto a sábado. A veces da igual si son las 11 de la mañana o las 11 de
la noche. Eso tiene sus ventajas, hasta que te das cuenta que tenes que comprar
un repuesto para la kombi y es domingo. Y,
cuando uno está 13 días viviendo al costado de la ruta, a 10km del pueblo más
cercano, esa sensación se intensifica aún más.
Algunos
días íbamos a una represa que se encontraba a 8 kilómetros de donde estábamos,
nos metíamos al agua y caminábamos por el bosque. Cuando nos necesitaban,
ayudábamos a cocinar. De los 18 días que
estuvimos, solo dos veces fuimos al centro a hacer algo de plata con la música,
los malabares y las pulseras. Casi todas las noches (no me atrevo a decir
todas) terminábamos rapeando, queriendo imitar el talento de Santi y Lean (dos
grandes músicos), los hijos gemelos del cordobés, para rapear.
En algún punto nos
sentíamos como en nuestra casa. Estábamos realmente cómodos, nos podíamos bañar
todos los días y comíamos sabiendo que, al irnos de ahí, no íbamos comer así de
bien en mucho tiempo. Las empleadas de
la parrilla, Silvia e Iriane, nos trataban siempre de la mejor manera y nos
tiraban buena onda.
Cuando partimos de
Adrogué para emprender este viaje pensé que esa iba a ser la única despedida
que íbamos a tener que afrontar, pero, a medida que pasan los días y vamos
conociendo lugares y personas nuevas, me doy cuenta que vamos a tener más de
las que imaginaba. Por lo general cuando uno llega a lugares nuevos o conoce
personas nuevas lleva un buen tiempo generar un vínculo. De viaje es muy
distinto, solo basta un par de días para generar un lazo que seguramente va a
durar mucho tiempo. En nuestra estadía en Alvear sentí eso y en la parrilla del
cordobés todavía más. Solo bastó aproximadamente dos semanas en cada
lugar para que esas personas dejen una marca indeleble en este viaje y, por qué
no, en nuestras vidas.
Recién después de la
primera semana de estar hospedados en la parrilla, el cordobés nos empezó a llevar a trabajar al
nuevo parador que está construyendo, a unos kilómetros de donde estábamos
nosotros. Allí trabajábamos en lo que podíamos, limpiábamos, movíamos maderas y
algunas noches cuando no había sereno nos quedábamos a cuidar el comedor. Se
sentía bien poder retribuir de alguna manera a las personas que nos estaban ayudando. Así debería
ser nuestra vida cotidiana, una ida y vuelta constante. No importa la situación
económica, social o cultural que tengamos cada uno, todos tenemos algo que
ofrecer que al otro le pueda servir.
Escribiendo esto me acabo de dar
cuenta que, ni yo ni Mármol, habíamos probado el locro, una comida tan típica y
propia de nuestro país. Y que, si las cosas no se hubieran dado de la manera en
que se dieron, seguramente hubiéramos estado mucho tiempo más sin haberlo
probado. Nada, eso.
Hace ya un mes y medio que
estamos de viaje, 32 días de los 38 los pasamos
al costado de la ruta 14. Tiempo suficiente para sentirlo como un hogar.
Uno se acostumbra al ruido constante y empieza a discriminar entre el sonido de
las motos, autos y camiones. En ella nos pasaron cosas como mínimo inusuales. Una
mañana estábamos tomando mate con Burzaco y apareció una china (que estaba
recorriendo Sudamérica a dedo) a pedirnos ayuda con su celular porque no le
andaba. Otro día cayó un tipo preguntándome como hacía para ir a Bolivia desde donde
estábamos, ya que quería llegar allí con, nada más y nada menos, que una bicicleta
playera. En otra ocasión estaba sentado al costado de la ruta tocando la
guitarra y un hombre se me acercó en
moto para regalarme seis paquetes de fideos y dos de arroz.
Nuestro primer mes de
viaje nos deja solo 853km recorridos (200 km a tiro), 2 provincias atravesadas
y un motor fundido. Claramente ese no
era el panorama que esperábamos cuando planeábamos el viaje en Buenos Aires,
pero las cosas se dieron así. Puede que este mes en la ruta no nos haya dejado
grandes paisajes ni lugares alucinantes, pero, sin lugar a duda, nos puso en
contacto con personas increíbles que jamás vamos a olvidar.
Una vez que el motor
ya estaba puesto y funcionando, tuvimos que cruzar a Brasil para arreglar los
últimos detalles de mecánica (tren trasero, tren delantero y bulbo de aceite)
con Everton, otro mecánico. Mientras la kombi estaba en Sao Borja, los cinco
nos quedamos cuidando el nuevo comedor del Cordobés. Fueron tres días casi
aislados, donde sentimos al extremo esa sensación tan odiosa que es
el aburrimiento. Con la manija que teníamos nos hubiera gustado irnos ni bien el motor
estaba puesto, pero no quisimos tropezar dos veces con la misma piedra y
preferimos esperar y arreglar todo lo de mecánica.
Novo motor
Jefferson y Claypole poniendo el motor.
El lunes 7 de Mayo
cruzamos a Sao Borja para buscar la kombi. Aunque el mecánico nos dijo que iba
a estar para la tarde, nosotros quisimos ir para hacer algo nuevo. Hace 3 días
que estábamos todos juntos mirándonos las caras y necesitábamos un cambio de
aire. Como era de esperar, ese día no estuvo listo El Comandante, y para colmo el motor, empezó a perder aceite. Por eso
llamamos a Jefferson, el mecánico que nos puso el motor, para que nos solucione la perdida de aceite.
Por suerte nos pudimos quedar a dormir en el
taller mecánico de Everton hasta que
terminaron de tunear la kombi. A pesar de la barrera cultural e idiomática (me di cuenta que mi curso en
Duolingo no sirvió para un carajo) pudimos entendernos con los padres de
Everton, que vivían en el taller. La madre nos quería hacer sentir como en
nuestra casa y nos decía todo el tiempo cosas como “están en su casa, si
vuelven para aquí pueden quedarse con nosotros. No importa el día ni la hora.” Nos dio un colchón donde dormir y nos lavó la
ropa.
Gracias a la gente que nos vamos cruzando en el camino estamos agrandando
las paredes de nuestro hogar. Nunca pensé que el hogar fuera algo físico, algo
material, entiendo que el hogar es aquel lugar donde uno puede sentirse cómodo gracias a las personas que lo conforman. De a poco, la gente que vamos conociendo en el camino me lo hace notar.
El Comandante en el taller de Everton.
Claypole y Don Torcuato durmiendo en un colchón en el taller de Everton.
Hay momentos en los
que el significado de las palabras no alcanza para expresarse. La palabra
gracias no le hace justicia al favor que
nos hicieron el cordobés y Gustavo. Ellos hicieron posible que nosotros podamos
arreglar el motor, retomar nuestro viaje y, con él, nuestro sueño. Por último,
no queremos dejar de agradecerle a Martínez. Si él no nos hubiera dejado
tirados en la ruta, quizás nunca nos hubiéramos topado con nuestros salvadores.
Finalmente, después de
tanta espera, de tanta duda y de tanta incertidumbre, ya tenemos el motor
arreglado. Y eso es lo único que importa. Esperemos que esta vez se la aguante.
Ahora sí, con motor nuevo, estamos
listo para seguir nuestro viaje. Próximo destino: Cataratas del Iguazú.
“El amor es la única cosa que crece a medida
que se reparte”. Frase sacada del cuento El Principito, de Antoine Saint
Exupéry, plasmada en la kombi por nuestra nueva amiga Iriane.
Vamos chicos!!! A seguir adelante!!
ResponderEliminarGracias por compartir estas experiencias!! Se me pianto un lagrimon!!
ResponderEliminarCada vez que entro a ver como estan ( por que siento que son amigos ya) se me pianta la gota maal... estan recibiendo lo que alguna vez dieron... Saludos desde la feliz..!
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