Brasil: Praias, motor roto y paro de camioneros.


       Brasil nos recibió con lluvia. Deberíamos haber tomado eso como una señal de que nuestro comienzo en ese país no iba a ser como esperábamos. La aduana la pasamos sin ninguna complicación. Quizás porque era viernes o por la lluvia la policía y los aduaneros no nos quisieron revisar.  No estuvimos más de 15 minutos para presentar los documentos y llenar las planillas. Esa noche, después  de cenar y festejar nuestra salida de Argentina con unas cervezas, dormimos (como tantas otras veces) en una estación de servicio en la entrada de Foz do Iguaçu.

 Primeros kilómetros en Brasil. Saliendo de Foz yendo para Praia do Rosa.

     Al otro día, después de cambiar algunos reales para la nafta, Claypole reviso el motor y tomamos la ruta Br 277 rumbo a Cascavel. Nuestro objetivo era llegar a  Praia do rosa (a 80 km al sur de Florianópolis) en dos días. Teníamos 1100 km por delante y muchas ganas de encontrarnos por primera vez en el viaje con la playa. Increíblemente, y contra todos los pronósticos, lo logramos. Con un promedio de 60 km/h recorriendo 100 km cada dos horas llegamos a Praia do rosa ese domingo a las 23:00 hs. Nuestro primer día de ruta recorrimos 400 km aproximadamente y el segundo día más de 600 km. Una locura. Jamás habíamos hecho tantos kilómetros de un tirón. Es por eso que en el último tramo la kombi se empezó a quejar y nos pasaba factura.

Don Torcuato y Claypole descansando al costado de la ruta.

    En Rosa estuvimos solamente 3 días. Fueron unas vacaciones dentro de unas, si se quieren llamar, vacaciones alargadas. La noche que llegamos dormimos en una posada de una pareja Argentina (Praia do rosa está colapsado de argentinos)  gracias a Moni (una amiga de mi vieja que se vino a vivir con los hijos hace 4 años) que nos consiguió ese lugar para dormir. Como si fuera poco el resto de los días  consiguió que nos quedáramos en la casa de una vecina de ella que no estaba y justo estaba buscando alguien que se quede para cuidarle a los perros. Como nos pareció justo el trato, decidimos quedarnos. Era muy loco estar viviendo en una casa de dos pisos a ocho cuadras de la playa cuando hace tres días estábamos durmiendo en una estación de servicio. Por las noches mirábamos películas por Netflix en una televisión de 32'' pantalla plana. La definición gráfica del término viajar.


Yo con Moni y Paula (su hija)
La kombi estacionada en la puerta de la posada donde nos quedamos el primer día.

Praia do Vermelha vista desde arriba de un morro.

    Por lo que nos decía la gente de lugar, Praia do rosa es un lugar el cual fue habitado hace relativamente muy poco.  Su playa, la cual  está en una bahía, es bastante chica y se divide en norte y sur. Está rodeada de morros en los cuales hay caminos que te llevan a otras playas mientras uno puede disfrutar de paisajes y vistas realmente increíbles. Por sus calles (casi todas de tierra) abunda el verde, los negocios orientados a la onda "surfer", las posadas y los negocios de artesanías top que tienen en la entrada estatuas de buda. Claramente es un lugar que vive del turismo, en temporada todos los alojamientos están colapsados ya que se llena de extranjeros y de brasileros que eligen esta playa para pasar sus vacaciones. Pero fuera de temporada no hay nadie, los locales están vacíos y en la playa hay muy poca gente, solo las personas que viven allí todo el año y pueden mantenerse los meses fuera de temporada con los ingresos que hacen en esos meses que Rosa explota.


Con Burzaco y Claypole mirando hacia el Atlántico.

Burzaco dominando el mar.

     Esos tres días que estuvimos en Praia do Rosa los disfrutamos al máximo. El primer día fuimos a la playa y nos metimos al mar a pesar del frío. Al parecer este estaba siendo un año muy fresco en Rosa y por las noches nosotros lo sufríamos. El segundo día nos dedicamos a lavar toda la ropa sucia que teníamos (la cual después de dos meses de viaje era demasiada) y el tercer día fuimos a caminar a la parte sur de la playa con Juan (el hijo de Moni), Moni y Annie, su perra. El jueves 24 de mayo después de ordenar una vez más la kombi salimos  a la ruta Br 101 rumbo a Florianópolis. Por delante teníamos solamente 100 km y esperábamos llegar ahí en dos horas, pero con el Comandante las cosas nunca salen como uno espera. A mitad de camino la kombi, una vez más, empezó a fallar y  tuvimos que frenar ya que el motor estaba muy caliente. Nos quedamos unas horas al costado de un peaje esperando a que baje el sol así podíamos retomar nuestro camino y llegar a nuestro destino cuanto antes para ver un mecánico.

Los cinco con Juan (el hijo de Moni) y Annie, su perra.

En una estación de servicio rumbo a Florianopolis

Unas horas después retomamos nuestro camino pero al toque nos dimos cuenta que iba a ser imposible llegar a Florianópolis esa noche. De a poco, la kombi se iba quedando sin fuerza y teníamos que hacer de a 10 km para que el motor se enfríe. No lo podíamos creer, teníamos motor nuevo y después de solo 1000 km este ya empezó a fallar. Nuestra mala suerte era realmente increíble con el comandante no podíamos estar tranquilos cuando solucionábamos un problema otro nuevo aparecía. Esa noche dormimos, nuevamente en una estación de servicio ubicada en São José un municipio  a 40 km de la isla de Florianópolis. Ya se nos estaba haciendo costumbre dormir en esos lugares. La realidad que algunas no están tan mal a veces tienen duchas, baño y agua caliente pero no son la gran mayoría. Por lo general hay  que pedir la llave del baño y este tiene tremendo olor a meo. Además, parece que es costumbre en Brasil que los pibes se junten a escabiar y escuchar música en ellas lo cual nos jode bastante para dormir. En una ocasión un atrevido me abrió la puerta mientras dormía. Pero cuando eso no pasa se puede dormir bastante bien.

La vista desde una estación de servicio en la ruta Br 101.
   
    Volviendo al problema del motor. Nuestro primer día en São José nos dedicamos a buscar un mecánico, después de dar unas vueltas y no encontrar ninguno que nos convenza fuimos a una casa de repuestos donde pudimos comprar todas las piezas que nos faltaban cambiar (el carburador, todas las chapas que nos faltaban para que el motor no caliente  mas y el distribuidor). 
     El vendedor nos recomendó un mecánico que estaba a unas cuadras de ahí, así conocimos a  Tomaz, una de las personas más enérgicas que conocí. No paraba un segundo, pero la realidad es que la tenía clarísima, en dos segundos supo cuál era problema, el tema es que este era mayor de lo que creíamos y algo que no estábamos preparados para escuchar.

Tomaz, el mecánico, sacando el motor de la kombi.

     Cuando abrió el motor,  nos mostró que muchas piezas estaban rotas y algunos tornillos (que deberían estar cambiados) estaban soldados. La rectificadora nos había cagado y nos puso piezas de mala calidad. En ese momento nos miramos todos sin poder creer lo que nos estaban diciendo, todo nuestro esfuerzo, el tiempo que estuvimos esperando para poder  arreglar el motor  y la guita que gastamos no sirvió de nada. Personalmente, por unos segundos pensé que hasta ahí habíamos llegado con la kombi. Creía que nos estábamos chocando contra una pared sin darnos cuenta que quizás para hacer este viaje íbamos a tener que prescindir de la kombi. Mientras nosotros digeríamos esa noticia Tomaz se llevó la parte del motor que estaba rota para ver qué se podía salvar. Después de ir a un par de rectificadoras y por el hecho de que esa tarde ya habíamos comprado algunos repuestos, el mecánico nos pasó un presupuesto que podíamos pagar. A pesar de todo, decidimos darle a la kombi una última oportunidad.

Con Tomaz y su hija.

  Esa noche nos quedamos a dormir en el taller mecánico donde tomamos unas cervezas y comimos un asado sobre una parrilla improvisada hecha de ladrillos. Al parecer, todos los viernes Tomaz se juntaba con sus amigos y vecinos a escabiar y comer. Por suerte caímos justo ese día así que después del golpe anímico que tuvimos a la tarde fue una buena manera de  levantar el ánimo. Al  otro día estuvimos todo el sábado en lo del mecánico esperando a que arregle el motor y a eso de las 7 de la tarde salimos para Florianópolis.

En una estación de servicio en São José.

No todo es tan gris. La vista desde la costanera de São José.
   
    Los párrafos que siguen fueron escritos por Mármol que tenía ganas de participar en el blog y pudo explicar mejor nuestra estadía en las estaciones de servicio de São José.

    Al salir del taller mecánico y  después de hacer los primeros metros,  nos dimos  cuenta que la nafta que Tomaz nos había conseguido no nos iba a alcanzar para llegar a Florianópolis, y tuvimos que frenar en la primer estación de servicio que encontramos. Desafortunadamente, nos vimos perjudicados por el paro de camioneros que acontecía en todo Brasil hacía ya una semana, en protesta por el excesivo aumento en el precio del combustible (y que pretendían seguir aumentando)  impulsado por el gobierno de Temer. Este paro produjo faltante de combustible en casi todo Brasil. A pesar de que atraso un poco nuestro viaje, apoyamos la protesta en un 100%, y nos sorprende para bien la aceptación que tuvo el mencionado en la mayoría de la población. El pueblo brasilero todo unido para luchar contra aquellos que quieren  perjudicarlo con el simple fin de llenar más sus bolsillos. Algo que al argentino le vendría bien observar e imitar si la situación lo ameríta.

Con Paulo y su mama antes de irnos para Floripa.

     En esa estación de servicio conocimos a Paulo y su mama. Lo que ellos hicieron por nosotros no tiene palabras. A pesar de los problemas que tenían, que eran mucho peores que los nuestros y que no hace falta ahondar sobre los mismos, nos aceptaron como sus aliados en la travesía de conseguir combustible, y cada información que tenían al respecto no dudaron en pasárnosla. Paulo corrió varias cuadras hasta donde estábamos nosotros, no una sino dos veces, para avisarnos sobre un puesto de combustible en el cual supuestamente se iba a estar cargando nafta. Luego de un primer intento fallido, el segundo puesto fue en el cual efectivamente pudimos llenar medio tanque, y todo gracias a Paulo y su mamá. Definitivamente, se agregaron dos nuevos nombres a nuestra selecta (y cada vez más larga) lista de ángeles que vinieron a nuestro rescate.

   Gracias a ellos dos, y a todos los que vinieron antes y que tenemos siempre presentes, Florianópolis se dibujó en nuestro horizonte.




Comentarios

Entradas populares