Y en el quinto día: fundimos el motor


     
        Uno nunca sabe cuándo se puede ir todo al carajo. Si lo supiéramos sería más fácil afrontar esos momentos en los cuales te replanteas tu presente y no sabes dónde estás parado. Creo que hay pocos momentos en la vida donde uno se pregunta con sinceridad: “Y ahora, ¿Qué mierda hago?”. En nuestro quinto día de viaje nos pasó algo así. Lo único que se puede hacer en esas situaciones es  respirar, hacer silencio y mirar hacia adelante, siempre hacia adelante.

Claypole, algún mecánico y Burzaco revisando el motor.

Siendo remolcados

     El día después de habernos quedado varados al costado de la ruta y haber pasado la noche ahí, nos levantamos con el entusiasmo renovado, dispuestos a solucionar el problema que tenía la kombi, y seguir nuestro camino a las Cataratas del Iguazú.  Después de ser remolcados por algunos autos (la kombi llego a los 75 km/h sin gastar nafta) logramos llegar a un taller mecánico que estaba en el medio de la ruta. Cuando Claypole, con ayuda del mecánico, termino de hacerle unos retoques al motor, volvimos a la ruta. Hicimos solamente 2 km cuando se fue todo al carajo. La kombi empezó a andar cada vez más  lento y a largar humo hasta que cedió. En eso Claypole se dio vuelta y nos dijo “Boludo, se fundió el motor”. Cagamos.
      Hubo un silencio corto pero intenso. Esas palabras resonaron en toda la kombi, no sentíamos que estábamos preparados para afrontar esa situación, o por lo menos no tan pronto. Fue como un baldazo de agua fría. Después de haber laburado la kombi durante 8 meses se nos venía todo nuestro esfuerzo abajo, y recién era nuestro quinto día de viaje. Todo nuestro plan, nuestras expectativas, se desvanecieron con esas cuatro palabras y, repito, era nuestro quinto día fuera de nuestras casas.
      Esa tarde logramos seguir avanzando gracias a la ayuda de las personas que nos daban una mano y nos remolcaban con sus autos (una vez mas, las personas indicadas en el momento indicado). Finalmente, a  las 5:00 pm logramos llegar a un pueblo llamado General Alvear.

Claypole y Burzaco desarmando el motor
 
Motor desarmado

        General Alvear está ubicado en el kilómetro 602 de la ruta 14 entre La Cruz y Santo Tomé. Alvear tiene una población de 10.000 habitantes, 8.000 viven en el pueblo y el resto en el campo. En Alvear hay 10 escuelas (contando jardín, primaria y secundaria), 1 hospital y 2 comedores. En Alvear, la gente deja las llaves del auto puestas y las puertas de su casa abiertas cuando se van a dormir la siesta, porque en Alvear los negocios de 2 pm a 5 pm están cerrados.
       Hace 12 años unos pocos metros de  la ruta 14 pasaba por el pueblo, en ella había gomerías, talleres mecánicos y comedores que subsistían gracias a los cientos de camioneros, conductores y turistas que pasaban a diario. Después de que el gobierno decidió hacer un desvío en la ruta (dejando de lado el pueblo) todos esos negocios quedaron en la lona. Uno de esos era el comedor/parador de “El Cheto”, el apodo de Néstor Federico. En ese lugar terminamos el domingo 8 de abril con el motor fundido.

Comedor “El Cheto” sobre la ex ruta 14.




       Todavía hoy seguimos en Alvear. Estamos buscando la forma de solucionar el problema del motor y seguir nuestro viaje. Ya casi agotamos todas nuestras opciones y parece que no podemos encontrarle la vuelta. Averiguamos en Argentina para rectificar el motor pero es demasiado caro, en Brasil (Alvear tiene frontera con Itaqui, un pueblo brasilero) nos pasaron un buen precio pero en la aduana Argentina no nos dejan pasar el motor desarmado (en la brasilera sí).
    Una solución muy coherente podría ser vender la kombi y seguir a pie, tendríamos la guita suficiente para financiar nuestro viaje y no tener que trabajar un solo día, pero de esa manera estaríamos viendo la kombi simplemente como algo descartable (como casi todas las cosas materiales). Pero nuestra kombi es mucho más que eso, es nuestra casa, nuestro sueño materializado y el sexto integrante del grupo. Nosotros la agarramos cuando estaba toda destruida y le dimos vida (o por lo menos se la alargamos).



     Cuando era chico me enseñaron que cuando uno está envuelto en situaciones jodidas tiene que verle el lado positivo (¿optimismo o mediocridad?). Aplicando ese pensamiento a nuestra realidad, me doy cuenta que a pesar de estar bastante jodidos caímos en el lugar indicado para estarlo. La mayoría de la gente del pueblo es más que amable con nosotros, nos brindan su apoyo y quieren ayudarnos a solucionar nuestro problema. “El Cheto”, nuestro padre adoptivo, nos está bancando desde el día que llegamos sin exigirnos nada a cambio, la gente del pueblo nos hace sentir como en nuestra casa, nos regalan comida y nos invitan a fiestas. Después de todo no estamos tan mal.

Plaza principal de Alvear un martes a las 10:30 de la mañana.

Casa abandonada sobre una  calle de tierra. Típica esquina de Alvear

          Dos días después de empezar el viaje le dije a Mármol que, cuando un viaje empieza mal, solo está tomando impulso para después chocar contra un trampolín y  repuntar. No sé quién me dijo eso, dónde ni cuándo pero pensándolo bien me parece un punto de vista  demasiado optimista dada nuestra circunstancia actual. Parece que la kombi nos está poniendo a prueba. Quiere ver que estamos dispuesto (y que nos podemos bancar) a hacer para cumplir nuestro sueño.
        La realidad es que estuvimos 8 meses preparando la kombi para realizar este viaje, invertimos muchas horas de trabajo y mucha plata. Si, somos bastante boludos en no haber revisado el motor (lo más esencial  de la kombi) antes de partir. Lo sabemos.Que se nos haya roto el motor en el quinto día de viaje fue un golpe muy bajo para nosotros. De todas maneras estoy seguro que podemos superarlo. Esto no puede quedar así. Esto NO VA a quedar así.

No hay un mundo feliz pero igual lo iremos a buscar” grafiti en la puerta de una casa abandonada en Alvear.


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